Su origen

Los inicios de la tradición vitralista del modernismo se remontan a finales del siglo XIX. Las vidrieras estuvieron muy presentes en el gótico pero con el paso de los siglos fueron desapareciendo hasta que el modernismo recuperó una gran variedad de artes aplicadas, entre ellas las vidrieras tanto para edificios religiosos como para casas de particulares.

Los orígenes de esta recuperación en la década de 1860 se atribuyen a los ingleses, y a la existencia de numerosos talleres y fábricas de vidrio. En Cataluña surgen una serie de talleres que empiezan a fabricar vidrieras muy elaboradas.

Equilibrar las luces era una de las tareas más complejas del maestro vidriero

En Casa Burés destacan las vidrieras de la garita del portero y, principalmente del patio interior de la planta principal, elaboradas a partir de unos vidrios con volumen y elaborados a partir de un molde que probablemente fueron traídos por el taller Espinagosa desde Alemania.

Equilibrar las luces era una de las tareas más complejas del maestro vidriero, que elegía los cristales más adecuados en cada caso, para que no fueran ni demasiado claros ni demasiado oscuros.

Si bien muchos artesanos firmaban las vidrieras, en las de Casa Burés no se ha encontrado la firma del maestro vidriero que las elaboró, aunque algunos expertos creen que podría tratarse de una obra de Antoni Bordalba, el mismo artesano que elaboró los vitrales del Círculo del Liceu.

Su Restauración

Las vidrieras estaban muy deterioradas por una mezcla de vandalismo y de abandono

La vidriera es un objeto compuesto de materiales muy distintos: vidrio, plomo, grisalla y esmalte, y los marcos que sujetan la vidriera al edificio.

Las alteraciones más comunes con el paso del tiempo son las curvaturas de los plafones, la fractura de la red de plomo, los residuos externos y la suciedad, y los deterioros químicos del vidrio, su fractura o los cambios de coloración.

Los saqueadores robaron muchas piezas de latón que encontraron en el edificio, entre ellas, las que integraban los herrajes de las vidrieras.

Para restaurar este importante elemento decorativo, Bonavista contactó con Vitralls Bonet, una empresa familiar con casi cien años de historia y cuyo fundador es el autor de los vitrales de la cripta de la Sagrada Familia.

Vitralls Bonet ha podido recuperar todas las vidrieras y se han podido preservar los materiales originales. Algunas piezas estaban fracturadas y ha sido posible curar estas heridas con un adhesivo especial.

En aquellos pocos casos en los que la pieza había desaparecido, ha sido posible reemplazarla con otra de la época, ya que la empresa conserva piezas con más de un siglo de historia.

Todo el trabajo de restauración se ha hecho en el taller. Una de las partes más delicadas ha sido precisamente el traslado de las vidrieras desde Casa Burés al taller, ubicado en el barrio de Hospitalet, ya que se trata de grandes paneles y son estructuras muy frágiles. De hecho, y por el mismo motivo, la colocación de las vidrieras ha sido uno de los últimos trabajos que se han llevado a cabo en Casa Burés.

El restaurador actual

Vitralls Bonet fue fundada en 1923 por los hermanos Josep María y Xavier Bonet. Desde entonces han transmitido de generación a generación y de maestro a maestro un espíritu que contempla un escrupuloso respeto por las técnicas y métodos tradicionales, así como un interés constante por el desarrollo de nuevos procedimientos.

Tras la Guerra Civil, el taller participó en el proyecto Regiones Devastadas, centrado en la restauración del patrimonio y restauró los vitrales de más de 700 iglesias.

En la actualidad, el taller trabaja de acuerdo con las guías propuestas por la organización internacional Corpus Vitrearum Medii Aevi de 2004. Ha trabajado en edificios góticos y palacios modernistas, algunos de ellos proyectados por prestigiosos arquitectos, como Puig i Cadafalch, Domènech i Muntaner, y Gaudí. Ha restaurado las vidrieras de la iglesia de Sant Genís de Torroella de Montgrí, la claraboya del Palacio de Justicia de Barcelona, las vidrieras de Casa Amatller y de Casa Batlló, y las del monasterio de Santas Creus. Estas últimas son las más antiguas de Cataluña.