Su origen

Bestias y seres imaginarios

El origen de estas cabezas se remonta a la Edad Media y los artesanos medievales solían llevar su imaginación al límite para crear figuras de bestias y seres imaginarios que evocaban mitos todavía más antiguos.

El propietario de Casa Burés quiso que el edificio tuviera este elemento medieval, que sirve para desaguar los tejados y, según las creencias populares de la Edad Media, servía para ahuyentar los espíritus del mal.

Se desconoce la identidad de los artesanos que tallaron las 86 cabezas de Casa Burés. Sí se sabe que eligieron una madera muy apreciada en la época; la madera de melis.

The identity of the craftsmen who carved Casa Burés’s 86 heads is still unknown. However, we do know that they chose to make them out of melis pinewood, a highly valued wood during that period. 

Se cree que son obra de diferentes artesanos ya que hay estilos completamente diferentes.

La recuperación de un laborioso trabajo

El laborioso estudio y restauración de las cabezas permite llegar a la conclusión de que se trata de un trabajo llevado a cabo por tres o cuatro artesanos distintos ya que algunas cabezas fueron talladas con mucha precisión y detalle, y son claramente obra del mismo artista, mientras que otras tienen un estilo completamente diferente. 

Los responsables de la restauración de las cabezas creen que se trataba de un equipo de cuatro artesanos ya que mientras que la mayoría de las cabezas de madera reproducen animales y monstruos, encontramos cuatro cabezas humanas y con gorra, y en esa época los carpinteros solían llevar este complemento.

Tal vez esta fue su forma de dejar constancia del laborioso trabajo que llevaron a cabo y que ahora se ha podido recuperar.

Su Restauración

La restauración de las cabezas mitológicas se hizo de forma muy individualizada ya que cada una tenía necesidades distintas

Cada cabeza tiene su historia

Las cabezas de las vigas han sido restauradas por Max Rudgers, un carpintero estructuralista formado junto a los mejores artesanos de Francia.

Para restaurar las cabezas fue necesario documentarlas una por una, clasificarlas y evaluar qué trabajo se tenía que hacer en cada caso. Se asignó un apodo a cada cabeza, que pasó a tener su propia historia, su propia personalidad y unas necesidades de restauración únicas. En algunos casos, solo era necesario limpiar la cabeza y empalmarla con una viga nueva.

En otros, se optó por reforzar la viga y restaurar la cabeza porque le faltaban elementos, como la nariz, un diente o la mandíbula. Por otra parte, cinco cabezas se habían perdido y ha sido necesario hacer creaciones propias siguiendo el estilo y el modo de trabajar de la época.

Originales, restauradas y creaciones propias

De las 86 cabezas, quince son reproducciones idénticas al original, cinco son creaciones propias y el resto son las cabezas originales restauradas.

Como era habitual en la época, solo una de las cabezas representa lo que parece ser un rostro femenino. Esta cabeza parece llevar un velo y los artesanos que han participado en el proyecto de restauración le dieron el apodo de “la monja”.

Las vigas y las cabezas talladas con madera nueva se han envejecido con fuego. Han sido tostadas para crear el efecto de dureza y conseguir un color más oscuro que no se habría podido obtener a partir de tinte.  Solo se ha utilizado el pincel para dar a todas las vigas y cabezas un acabado con tono incoloro para preservar la madera y tapar el poro.

El restaurador actual

Larga formación y obras de referencia

Max Rudgers nació en Holanda, se formó en Francia y ahora vive en un pequeño pueblo de Girona.

Este artesano aprendió su oficio con un sistema de formación que solo existe en Francia y que se remonta a la Edad Media; le compagnonnage, una fuente de transmisión de conocimientos de artesano a artesano inscrita por la UNESCO en la lista de patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Rudgers tiene una larga experiencia en proyectos de rehabilitación de edificios históricos. Uno de sus proyectos más emblemáticos es la recuperación del Claustro de los Gatos en el Monasterio de Pedralbes, que se encontraba en ruinas desde 1982. También ha participado en proyectos más vanguardistas y ha sido premiado por la cúpula de madera de 26 metros de diámetro que construyó en Mas Marroch, el nuevo restaurante de los hermanos Roca.